Tres minutos con Anatolio y medir a los mejores

Anatolio es el chaval que ha sacado una nota del copón en la selectividad de Madrid este año. Los medios están paseándoselo entre entrevistas, fotos bizarras, sonrisas y demás tristeza veraniega, azuzado todo por que al parecer el chaval sale a la palestra con esas estéticamente insultantes camisetas verdes pro escuela pública o algo así, y además no tiene pinta de frikazo sin amigos sino de simple gilipollas madrileño FoQ.

Aquí en egregia postura «Rap de Saber y Ganar».

Independientemente de la lástima que inspire tanta fiesta a un chico de diecisiete, dieciocho años por una puta nota en un examen estándar básicamente arbitrario… bueno, no, no independientemente. ¿Por qué prestamos tanta atención a una puta nota en un examen estándar básicamente arbitrario?

Para un socialdemócrata como estoy aprendiendo a ser yo, que adora la meritocracia no a lo yanki, como fin en sí mismo, sino como medio para generar producción óptima, para aprovecharse de aquellos que pican en el juego del ego y reinvertir el excedente de sus actividades en el conjunto de la sociedad (como también parece entender, aunque, apuesto, con la intensidad intelectual de un capítulo de Noche Hache, nuestro amigo Toli), es preocupante que no tengamos más mecanismos para detectar gente brillante y para incentivar la brillantez, que no aplaudamos creatividad, humildad, afán de superación. No creo que sea lo más óptimo dar tanto crédito a hacer bien unos exámenes que no salen del corralito institucional.

Pensaba en ello viendo ayer una serie (Six Feet Under). El high school de la chica tenía club de debate, periódico, club de lectura y no se qué historias más. El psicólogo le recriminaba que no participara más. ¿Cómo sería nuestra muchachada si les pusiéramos incentivos así desde pequeñitos?

«Mi calificación evidencia el buen nivel de la educación pública», dice. Es fácil replicar con el argumento circular de que es la misma educación pública la que le pone esa calificación; se ve que no le cayó Aristóteles en Filosofía ni estadística en Matemáticas. Porque yo quiero que midamos el nivel de la educación con datos imparciales y contrastados (spoiler: triste, pero no tanto), y que nos dejemos de palmaditas en la espalda, por no poner otro símil.

No conozco en nada a Anatolio y no estoy diciendo que su nota no sea impresionante para lo impresionante que puede llegar a ser una nota de PAU. Digo que necesitamos métricas de excelencia que podamos lucir internacionalmente sin sentir vergüenza.

Captura de pantalla del guión de práctica de una de mis asignaturas en Informática, UNED.

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